sábado, 17 de noviembre de 2007

nueva dirección:
http://peregrinaciones.wordpress.com

EARTH (u leave me breathless)

tengo que reconocerlo, lo reconozco:
hoy he vivido una de las mejores experiencias que recuerdo en muchísimo tiempo. Gracias a una noche de sábado en la que se torcieron los planes, he asistido a uno de los más bellos espectáculos de mi vida, y no demasiado lejos: dentro de una sala de cine.
La película Tierra, producida por la BBC, es un cántico a la belleza salvaje, extraña, increíble, a veces cruel, del planeta en que vivimos.
El film es, como la esencia misma de la vida y la naturaleza, agridulce: las alucinantes imágenes, digitalizadas y monotorizadas hasta conseguir efectos casi hipnóticos, las entrañables historias de las madres y sus cachorros que luchan por sobrevivir, la suave cadencia del viaje en el que te sumerges sin remedio, son intercaladas con precisos e inmisericordes recordatorios, incómodos avisos de lo que está pasando y puede pasar, comentarios hirientes e imágenes de las que a veces tienes que apartar la mirada.
Salgo del cine, con las lágrimas todavía frescas en la mejilla, con el corazón galopando fuera de control, pensando, que si lo que querían estos de la BBC era conmoverme, lo han conseguido. EL mensaje de la película, claro, meridiano, resuena en mi cabeza, me obsesiona todo el camino de vuelta a casa: nuestro planeta vive en un perfecto y delicado equilibrio que nosotros nos estamos cargando a un ritmo demencial. EL deshielo de los polos, la tala masiva de los bosques tropicales, la expansión del desierto, el desiquilibrio en el ciclo del agua dulce, el calentamiento de los océanos. (Y bla bla bla). Esta película te ofrece la posibilidad de que toda esa terminología científica se traduzca en historias reales de osos polares que se ahogan en medio de un oceáno derretido, de elefantes que mueren deshidratados en medio del desierto cada vez más abrasador, de ballenas que tienen que recorrer distancias cada vez más grandes en busca del plancton que sólo vive al lado del hielo.
MIentras el documental de Al Gore era una danza de gráficos, cifras, y datos estadísticos, esta película nos muestra la realidad que hay detrás. Las cifras y diagramas que se convierten en seres vivos que sufren, que luchan por sobrevivir (no me puedo quitar de la cabeza la mirada de ese oso polar a punto de morir de cansancio e inanición).
Vuelvo a casa silenciosa y pensativa. En la calle estamos a bajo cero, aunque mañana, seguramente, pueda salir a la calle casi en manga corta. De todas maneras ahora hace frío y siento las manos medio inertes dentro de los bolsillos de la cazadora.
Imágenes del documental vuelven una y otra vez, incesantes, a mi cabeza, y no puedo evitar darles gracias entre susurros a estos genios visionarios que han sabido mostrar lo que ya habíamos visto cientos de veces en la sobremesa de la 2 de una manera...que quita el aliento.
No se si será suficiente, pero cuando llegue a casa, me lo pensaré dos veces antes de encender la calefacción.

lunes, 12 de noviembre de 2007

paranovariar



He aquí el verdadero y genuino HUgo Chávez, desnudando su corazón ante las cámaras.

jueves, 20 de septiembre de 2007

whenever I'm down...

...I call on you, my friend.

(y qué razón lleva la cantante).

No sé ni cómo ni dónde ni cuándo descubrí este video, pero desde luego tiene la virtud de acelararme el corazón cada vez que lo veo, de hacerme sonreír, de llenarme la cabeza de los mejores recuerdos que se puede tener:
tardes de playa, noches de locuras, mañanas de resaca entre risas y aspirina efervescente...

Dentro de poquito se va una de esas personas con las que he compartido alguno de los mejores momentos de mi vida, aunque afortundamente otras muchas se quedan. Y no hace falta que diga quiénes sois porque vosotras lo sabéis...

Yo también tengo la suerte de poder llamar a alguna amiga cuando estoy deprimida...(y de echar desesperadamente de menos ciertos momentos cuando lucho contra la locura, encerrada en la biblioteca).
Espero que os guste el video ;)

lunes, 10 de septiembre de 2007

quien fuera...

No sé por qué de repente me he acordado de esta canción, no sé por qué me he puesto a pensar en este trovador (que no cantante) cuando lo que debería estar haciendo es estudiar macroeconomía.
Será porque esta canción, de suaves cadencias e interminables acordes de guitarra española, es uno de los pocos recuerdos que tengo grabados a fuego en algún rincón del caos de mi memoria. Un recuerdo que huele a cerveza, a tabaco de mala calidad y al incienso del cuarto de mi padre en ciertas tardes (en esas pocas tardes) en que realmente nos comprendíamos uno a otro como si fuéramos (aunque realmente lo somos) padre e hija.
Me decía, con los ojos empañados y la voz algo ebria de emoción y cerveza de lata: Mira Jimena, mira lo que dice, mira qué bonito es: estoy buscando una palabra en el umbral de tu misterio...
quién fuera McCartney para poder inventar una melodía y así poder nombrarte?
¿No es precioso?

Y así se nos iban las horas, investigando en los versos de aquellos poetas que por entonces llenaban de discos de vinilo los estantes abarrotados del cuartito de mi padre.
Y se fueron esas horas en las que mi padre me enseño a buscar la belleza en cualquier sitio, en cualquier situación, y ya se fueron esas horas en las que aprendí que la perfección más absoluta puede hallarse a unos pocos metros de mi habitación.

lunes, 27 de agosto de 2007

¿que es el amor...?

eso, ¿qué es?

¿una mirada cómplice en medio de cualquier sitio, que pronuncia palabras inaudibles para los demás mortales?
¿o es una mirada encendida de deseo y oscuros pensamientos, tan furtiva como breve?

¿una conversación larga y profunda en la terraza de un bar, con una cerveza en la mano, con la complicidad de dos viejos amigos?
¿o unas palabras intrascendentes, insustanciales, dichas al azar sólo para deleitar los oídos con la voz masculina enardecedora?

¿ir cogidos de la mano por el parque, decir palabras bonitas, anticiparse con el pensamiento a la palabra del compañero?
¿o un roce (intencionadamente) casual, en el resquicio de una puerta, en la estrechez de un pasillo, que enciende, que turba, que hace temblar deseando más?

¿es amor un beso experimentado y calculado en ciertos momentos de exigencias del guión, de dos amantes viejos en aquellos lances, delicioso por lo conocido?
¿o es amor un beso como una mordedura irracional, un arrebato incontrolable en el rellano de una escalera clandestina, un desatar de instintos que azota cada uno de los músculos del cuerpo?

¿compartir un helado en medio de una tormenta de verano mientras el silencio intemporal se cuela por los resquicios de las ventanas?
¿o un jadeo interminable entre las sábanas, entre la oscuridad de terciopelo, una caricia infinita y el derretir de dos cuerpos moldeados por el deseo, templados por el fuego de los instintos?

¿hacer un amor tranquilo en una cama conocida, tocar un cuerpo conocido, con palabras tan dulces como conocidas?
¿o esa hoguera cruel que te abrasa los sentidos cada vez que la ropa se desliza acariciando la piel erizada de emoción?
¿esa locura que te arrastra a los propios límites de la dimensión conocida?
¿ese cosquilleo en ciertas partes del cuerpo que se siente cuando intuyes su presencia, cuando aspiras el aroma de su piel en el ambiente?

yo, no lo sé.

domingo, 26 de agosto de 2007

esta es la historia de un sabado...

Noche de nostalgias veraniegas.
Otra noche de verano, esta vez perdida entre los bosques de algún ficticio paraíso en las inmediaciones del las junglas de asfalto y cemento de Madrid.
La brisa corría entre las copas de los árboles, jugueteando con las gotas de rocío que caían silenciosas, como una medio lluvia mortecina.
Estaba a punto de amanecer, en el cielo infinito comenzaban a despuntar los primeros claros del día.
No me gusta ver amanecer.
...un recordatorio cruel de que otro día comienza, de que el tiempo pasa inexorable, de que las noches de verano mágicas en las que todo es posible también terminan. Tal vez era porque me gustaba demasiado la noche, no lo sé, odiaba ver amanecer y moría por ver atardecer.
La brisa vespertina venía acompañada por una suave música de guitarra, por una voz desgarrada que no demasiado bien cantaba el hombre del piano.
Qué recuerdos me trae esta canción- me dije yo, pensando en aquellas noches también de verano en las que alrededor de una hoguera nos creíamos que el tiempo no pasaba por nosotros.
No sólo sentía nostalgia por aquellos años de infancia, ahora tan lejanos, sino también por esa noche de verano que acababa, por aquel verano de mis 21 años que también acababa irremediablemente.
La nostalgia puede venir en cualquier momento y tal como viene se va, pero en ese momento, vivísima y meridiana , me acompañaba, como una fiel compañera de viaje, como una vieja conocida a cuya presencia has terminado finalemente por acostumbrarte.
Otro año comenzará (para nosotros los estudiantes el nuevo año empieza en septiembre y no en enero), y otro verano más que se va.
Y mientras vuelvo a la tienda de campaña (afortunadamente todavía soy lo bastante joven como para no tener remilgos a la hora de dormir en cualquier sitio) me digo que la vida tiene sentido gracias a las noches de verano en las que, interminables e inciertas, la vida corre a borbotones por las venas de una persona con ganas de vivir.

Y como siempre, me sentaré otra vez a esperar con paciencia que el próximo verano llegue lo más pronto posible.

martes, 12 de junio de 2007

una breve reflexion

Hoy no fue uno de mis mejores días.
Pero después de hacer una de las cosas que siempre me ayudan a superar el pesimismo (ponerme el chándal, salir a correr, a cansar los músculos, a quemar adredalina pisando fuerte el asfalto de la carretera), estuve, eso sí, doblada sobre mí misma, casi sin aliento, (pero con buena música en los oídos), viendo anochecer.

Y la verdad es que el cielo estaba tan rojo, tan encendido, como en los atardeceres de mis cuentos.

lunes, 4 de junio de 2007

Sabina y la politica fiscal


La vida esta llena de deliciosas ironías que ponen una pincelada de color en el más gris de los días;
Esta mañana, las tasas de crecimiento de la renta per capita, la inversión directa en capital bruto, se entremezclaban con historias de amor en pueblos con mar, con versos cantados al oído de una dama de la noche con ojos de gata.
Así pasó la clase de esta mañana, con una mano pasando las páginas de un libro de Sabina, con la otra desglosando el laberíntico modelo de Solow.
Y los más delicados versos de este genio noctámbulo, drogata y fornicador, hicieron que todo lo demás (la voz monótona del profesor, el murmullo alborotado de los compañeros, el calor primaveral filtrándose por los resquicios de las ventanas) no fuera sino circunstancias casuales, intrasdendentes.

Su voz cascada de copla vieja y exceso de vicio ha puesto banda sonora a ciertos momentos de mi vida desde que era una niña:
desde que en el coche, con mi madre, de camino a la guardería, escuchaba su voz más dulce y adulterada cantando temas ya casi olvidados como "pacto entre caballeros" y "amores eternos", hasta que más tarde, en campamentos de verano, mi monitor el Chino se marcaba unos increíbles solos de guitarra tocando a voz partida "nos sobran los motivos", o "la del pirata cojo".
A veces se nos iba la vida cantando "pongamos que hablo de Madrid" y "calle melancolía".
Algunas de sus baladas más pasteles (aunque no por eso menos inteligentes), me acompañaron en aquellos primeros encuentros casi furtivos: "y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres..." sonaba en nuestros labios en ciertos momentos de cursilería casi estúpida.
Me divertía analizando con una amiga las apologías a la droga y el sexo en algunas de sus canciones más ácidas ("ey sabina, ten cuidado con la cocaína...", "ponle un par de cuernos tu depresión...", y más tarde, con algunos años más, y más experiencia en ciertos lances de la vida, comencé a comprender el significado de cada uno de los versos de la declaración de amor más bella de todos los tiempos: "así estoy yo sin ti".


El crápula de Sabina, el insaciable compositor y guitarrista, que vive más de noche que de día, y que no puede superar (ni esconder) su afición a todo tipo de vicio, vuelve a los escenarios, esta vez con otro genio a la altura: Serrat.
Espero no perdérmelo esta vez, porque, como una vez dije, no quiero morirme sin haber ido a un concierto suyo, e imaginarme que una de sus composiciones menos concidas, Rosa de Lima (Jimena tiene un máster en desengaños...), fue concebida sólo para mí, y que me la canta desgarrando la guitarra, mientras apura el primer vaso de whisky de una noche interminable.

lunes, 28 de mayo de 2007

pasar de largo, cruzar los brazos

Aunque pasar de largo, cruzar los brazos, pueda parecer un gesto cobarde, no hay mayor coraje en el corazón de aquél que se enfrenta sin armas a alguien con armas. Mientras la violencia siga engendrando violencia, el único camino para conseguir la paz será la propia paz.


Si estas dispuesto a hacer un buen corte de mangas
a quien te ordene conquistar aquella playa,
tender un puente, acorralar a algún vecino
en el supuesto que atacara el enemigo.

1968, primavera en Praga. Miles de estudiantes se enfrentan desarmados a los tanques del Pacto de Varsovia. Decenas de muertos, pero el principio del fin del monstruo soviético.



Tal vez mañana no habrá nada que escupa fuego
y el que se invente el tirachinas le colgaremos

Lisboa, 1974. Los civiles toman las calles, levantándose en masa contra el dictador Spínola. Armados, sí, pero con claveles.



Si el peligro es que te llamen mal patriota
los que siempre hacen las cosas por pelotas
menuda gloria, menuda gloria.

En Estados Unidos decenas de soldados y oficiales se niegan a ir a la Guerra de Irak. Son condenados por ello por cometer un delito anticonstitucional.



pero piensas que esos meses son robados,
los que te hacen dar servicio de soldado
son tan largos, son tan largos.

Objetores de conciencia en todo el mundo son encarcelados por no querer cumplir servicio militar. Pero siguen prefiriendo algunas rejas que tener un rifle en las manos.



Aqui estoy cautivo, solo y desarmado
no hay mejor defensa que cruzar los brazos
pasar de largo, cruzar los brazos.

Gandhi, con su resistencia no violenta, devolvió a India la esperanza e inició un movimiento pacifista que finalmente les otorgó la independencia del imperio británico, y que ha servido de inspiración a miles de personas y organizaciones en todo el mundo.

(y cientos de otros ejemplos...)


en palabras de Victor Manuel:
"yo creo que nada hay más radical contra la carrera armamentística que sentarse en el suelo, cruzar los brazos, y dejar que el tanque te pase por encima".

Creas o no en lo que dices, gracias por esas palabras.

resaca de elecciones y otras reflexiones

Lo prometí y lo hice:
Le di mi voto al partido cuyo programa electoral me gustó más, y por una vez me alejé de las garras afiladas del bipartidismo.
Ahora ese partido en Pinto tiene la llave del gobierno municipal: PP y PSOE están empatados a concejales, y este pequeño partido independiente (Juntos por Pinto), con una cifra nada desdeñable de dos concejales, tiene el poder de decidir con quién pactar, y por lo tanto, a quién relegar a la oposición y a quién regalarle el ayuntamiento.
¿Qué hará este partido? ¿Se irá con quién más euros le ponga en la mano? ¿Será coherente con su ideolgía de izquierdas? (perdón, si es que en los tiempos que corren la izquierda y la derecha se diferencian en algo).
Y lo más gracioso de todo: ¿pactará alguno de los grandes partidos con aquél de cuyo candidato han dicho improperios de todo tipo públicamente en más de una ocasión?
Pues, claro que sí. No se puede esperar menos de la calaña política actual.
Qué queréis, que la vida está muy mal y ser concejal en un ayuntamiento con dinero como el de Pinto, es un caramelito al que nadie está dispuesto a renunciar.
Ay...estos políticos.
Yo sigo confiando en que en los partidos haya gente honrada, gente joven o no tanj oven, con vocación clara de poner su talento al servicio de los ciudadanos. Pero pobres, cómo se va a esperar lo mejor de ellos con sueldos en las alcaldías y las concejalías casi indecentes, y la posibilidad de meter mano en las arcas municipales (nadie se va a enterar...esto para el pueblo entero no supone nada, para uno sólo es mucho dinero...). Para aliviarles la pesada carga de la conciencia a estos muchachos, yo propongo que se les baje a los políticos el suelo a poco más del salario mínimo.
Ya veríamos entonces si el señor Castro, el ilustre alcalde de Getafe, tras veintitantos años dirigiendo el cotarro de su ciudad, se presentaría de nuevo a las municipales. No creo, porque entonces no se podría pagar su palacete cerca de la sierra madrileña.
Si el salario fuera bajo, sólo tendríamos en los mandos dirgintes a gente que le importe de verdad lo que hace, no medioburgueses acomodados a la vida fácil, y a los que, por supuesto, no se les saca del sillón ni a tiros.
Por que esa es otra: los años y años que algunos se tiran al mando de un ayuntamiento o de una concejalía (sobre todo los concejales, porque a los alcaldes en cierta medida los podemos elegir, a los últimos, no). Muchas veces se cargan, con sutiles maniobras políticas, a futuros y brillantes candidatos, de los que temen les puedan quitar el puesto.
Y el entramado político, por lo menos en los ayuntamientos pequeños, funciona así: fulanita es concejala por ser amante de no sé quién, a este otro le debía un favor, éste es amigo de toda la vida...QUÉ VERGÜENZA.
Prometo que a las elecciones siguientes me presento yo; y no os preocupéis, que robaré, recalificaré, venderé favores y mentiré al pueblo todo lo que haga falta y más: es decir, estaré a la altura.

martes, 22 de mayo de 2007

Madrid, Madrid, Madrid

A ritmo de pasodoble bebía una cocacola bien fría en un bullicioso barcito de la plaza Santa Ana.
Un joven inglés se le había acercado, viéndola sola, tras tenues y encendidas miradas que resbalaban implacables sobre su escote y la curva de su cintura. Con voz vacilante, con suave acento británico de ondulantes vaivenes, le preguntó su nombre, le preguntó si podía sentarse a su lado.
Ella se encogió de hombros, con un gesto mecánico le señaló una silla y siguió con la vista clavada en la pared forrada de carteles de folclóricas, de toreros bravos en traje de luces. No sabía por qué había entrado a aquel lugar de tursitas, en el que las cocacolas valían el doble de lo que deberían valer y los ansiosos anglosajones se arremolinaban en busca de alguna belleza morena y exótica de esas que habían visto en películas, oído en canciones.
Comenzó él entonces su diatraba sobre las maravillas de la capital española, sobre las maravillas de los madrileños, de la fiesta, de la sangría, del sorprendente calor en una tarde de abril en la que en londres con mucha suerte sólo estaría lloviznando.
Ella no contestó, apurando su cocacola, para deshacerse cuanto antes de la molesta compañía de parla inagotable que le hablaba de las excelencias de una ciudad que de la que ella había escapado.
¿te gusta madrid? ¿te gusta vivir en madrid? le preguntó, pero ella sólo le escucho a medias mientras se abría camino a penas entre la gente, tratando de alcanzar la puerta.
¿si le gustaba madrid? era una pregunta que se había hecho miles de veces, y nunca sabía qué contestar.
Salió a la calle, y en las aceras abarrotadas, en las terracitas abarrotadas, en las tiendas abarrotadas, se respiraba en todo Madrid la llegada del buen tiempo, y en los árboles solitarios que apagaban a medias nostalgias de horizontes verdes, habían brotado ya, como una explosión repentina e instantánea, las hojas verdes y los capullos de flores que más tarde se abrirían siguiendo un inexplicable instinto ancestral; los árboles no entendían de calendarios, pero nadie mejor que ellos sabía cuando llegaba la primavera. "Es más" pensó, con la mirada volando sobre las ramas ya no desnudas, ya no raquíticas, "ellos son la primavera".
De todas las ciudades que habían marcado su vida, Madrid era con diferencia la ciudad con la que ella había mantenido una relación más intensa, de amores y odios tempestuosos, de dependencia febril y agobio enloquecedor.
Cuando vivía en ella quería irse, cuando vivía fuera de ella la echaba desesperadamente de menos.
Pensó en lo que el inglés con incontinencia verbal había dicho acerca de esa (su) ciudad: que era joven, que era alegre, que vivía más de noche que de día, que la gente se tomaba el vermú a cualquier hora, que las chicas eran guapas y el acohol barato. Paseando su mirada por las estrechas callejuelas de las inmediaciones de la Plaza Mayor, comprendió que una ciudad como Madrid pudiera resultarle tan excitante a un londinense aburrido de niebla y lluvia. Le gustaba esa parte de la ciudad, más que los barrios cuadriculados de avenidas anchas en los que se respiraba tranquilidad y, por qué no, dinero. Le gustaba más el Madrid castizo, el madrid de callejuelas imposibles que se doblaban y replegaban sobre sí mismas una y otra vez, el Madrid laberíntico de pasadizos en los que apenas cabía un coche y que se convertían en el horror de cualquier turista desprovisto de un buen mapa callejero.
Mirando a la gente que paseaba tranquila en la ciudad atestada de tráfico y ruidos de bocinas, se dijo que no había conocido ciudad más frívola que Madrid; era una ciudad frívola, cosmopolita a medias, tolerante a medias, como un pueblo grande que no se hubiera ascostumbrado del todo al aluvión de inmigración y turismo. Excitante y temible a partes iguales, Madrid es la amante infiel que promete y a veces no cumple: y se la odia, pero no se puede evitar amarla.
El atardecer comenzaba a caer y ella se dirigió a la Cibeles paseando sin prisa por una calle Alcalá sorprendentemente descongestionada de tráfico y ruidos de motor: alguna obra de esas que destripaban la ciudad por cualquier sitio habría desviado el tráfico por la Gran Vía, por la Castellana tal vez. El aliento se le congeló en el pecho, como cada vez que pasaba por esa plaza de barrocos contornos; la Cibeles era el cénit absoluto de la belleza del Madrid en el punto cúlmine de su esplendor. Desde cualquier perspectiva, desde la Gran Vía viendo la Casa de América y el Banco de España, con la puerta de Alcalá a lo lejos, desde la Calla Alcalá con la vista del ángel metropolitano escuplido en oro y roca, o desde la castellana conteplando el nacimiento de la arteria principal de la ciudad, esa plaza le ayudaba a recordar por qué amaba a esa ciudad de noches interminables y rincones inciertos.
Llevaba un par de años sin vivir en Madrid, había salido de ella agobiaba por la lejanía de todos los mares posibles, pero la necesitaba en noches de insomnio y nostalgias inexplicables.
La gente que vivía en Madrid necesitaba salir por lo menos una vez al año y ver el mar, y ver el horizonte sin edificar; ella en cambio necesitaba zambullirse de vez e cuando en aquel océano de cemento y asfalto, y volvía entonces al sur de Francia revitalizada y odiándola y amándola más que nunca.
Se acordó de algo que había dicho alguna vez un tal Joaquín:
una ciudad invivible pero insustituible. Y eso era exactamente lo que era.

martes, 15 de mayo de 2007

Vincent




Para los que disfruten con el mundo oscuro y extraño de la retorcida mente de Tim Burton, un precioso corto del genial director narrado por Vincent Price.

miércoles, 9 de mayo de 2007

conversacion en la habitacion

La maleta sobre la cama sin hacer.
El dolor de cabeza que le martilleaba las sienes sin piedad.
Taquicardias provocadas por la ingesta exagerada de cafeína (últimamente llevaba una relación de amor-odio con el dichoso café).
Angustia existencial.
Llamadas desesperadas buscando consuelo fácil.
Por último, lágrimas que se derraman sin remedio.
¿Qué te pasa?- le pregunta el elefante de orejas raquíticas que está encima de la cama.
-Nada, que soy una vieja. Hoy Sergio no sabía quiénes son los Power Rangers.
-Así que estas atravesando la crisis de los 21. Pensaba que esa crisis no existía.
-Me la he inventado yo, afirma, mirando fijo por la ventana que le muestra las deliciosas vistas de la ventana de la vecina.
-Sólo eso. Que tienes 21. Pues yo llevo no sé cuántos años tirado encima de tu cama (a veces en en suelo), sin hacer nada, sin poder ir a ningun sitio, sin poder ligar con alguna elefanta facilona, y no me quejo.
-No, no es sólo eso. Supongo que es un poco de todo, un poco de nada.
-Como te expliques así de bien me parece que no voy a poder ayudarte.
_No necesito tu ayuda. necesito una botella de tequila y una tarta de chocolate.
-Tienes razón. eso de que el alchol no soluciona los problemas es un topicazo...
-Es que el tiempo pasa demasiado deprisa, joder- piensa, esta vez más tranquila después de haber llorado un poco. -es asombroso cómo anestesia el llanto. La proxima vez que no pueda dormir voy a pensar en cosas tristes y hala, a soñar.
Éste es uno de esos días en los que le apetece todo menos hacer una maleta. No hay cosa que más odie en el mundo, más aún en un día de calor insoportable, de dolor de cabeza, de confusión de analgésicos, de malestares de alergia, de agobios de responsabilidad (probablemente derivados de un inoportuno vistazo a los incomprensibles apuntes de econometría)...
El elefante se incorpora sobre sus patitas deshuesadas.
-Yo te hago la maleta si dejas de llorar, le dice. Pero llévame contigo, que nunca he montado en avión.
-No te lo aconsejo, le dice, secándose ls lágrimas. Estás acostumbraddo a dormir en una cama y mañana probablemente acabemos acampando en la cuneta de alguna autovía.
Él la mira sin creerla, y se encoje de hombros. Allá tú, le dice. Sabes de sobra que nadie más que yo aguanta tus gilipolleces premenstruales.
-Porque no te queda otro remedio, ella le mira con sorna, con una sonrisa burlona. No sabes andar, no te puedes ir.
-Pues vuelve con a q te consuelen tus libritos o la pantalla anodina de ese ordenador, y ya querrás abrazarme en las noches que te sientas sola.
Se da la vuelta, enfadado, y ella se siente culpable porque gracias a él está un poquito mejor. Se tumba en la cama junto a él y cierra los ojos, sin pensar en nada. Le quedan exactamente cuatro horas para tener que levantarse.
En realidad se ha puesto así por tener que hacer la maleta, y después de pensarlo un poco decide no hacerla.
Me va a salir más barato, piensa, y así me ahorro: qué me pongo hoy? .Además ya que voy en plan hippy, pues lo hago bien.
Y se siente más tranquila, abrazando a su elefante centenario, y, tirando de una patada la maleta de la cama, se duerme, por fin relajada, por fin descontaminada de los efectos tóxicos de la cafeína.

viernes, 27 de abril de 2007

el amor y una guerra (II)

Había perdido la noción del tiempo; la cabeza le daba vueltas y el olor nauseabundo a sudor y suciedad que impregnaba la ropa de cada soldado americano y cada iraquí se mezclaba con el hálito vaporoso que exhalaban los charcos de sangre que corrían en riachuelos por las aceras.
No sabía cuánto tiempo llevaban de reyerta. El soldado Jhon García siempre hacía lo mismo cuando tenía que usar el rifle: intentaba no pensar en nada, sólo apretar el gatillo cuando tenía que hacerlo, y si no cerraba los ojos y corría a ciegas por las calles polvorientas era porque a sus veintitrés años todavía le tenía algo de aprecio a la vida.
"Debe ser eso q llaman instinto de supervivencia", pensaba, mientras corría y se agachaba, se enderezaba y disparaba el rifle automático. "El instinto de supervivencia nos mantiene vivos, pero nos deshumaniza porque le cedemos el control de nuestros músculos a los instintos". Disparar, tomar aire, correr, esconderse, disparar un poco más, antes de que te disparen a ti.
No sabía cuántos hombres de encrespadas barbas, almidonados turbantes y ojos de fuego había matado ya en el tiempo que las balas llevaban silbando en sus oídos; no lo sabía, pero prefería no pensarlo.
El aliento de la muerte arrancaba en estertores la vida de tanto amigos como enemigos, y al fin y al cabo, pensó, éramos todos iguales cuando caíamos tendidos en aquel frío cemento que olía a muerte y a soledad. Americanos, chiíes, sunníes, británicos, polacos, italianos, búlgaros. Había visto en aquel desierto y alrededor del ancho mundo a hombres de todos los tipos, todos los tamaños, todos los colores, de todas las lenguas. Y todos eran lo mismo en la hora de la muerte: gritos de dolor, angustia en la mirada, sacudidas espasmódicas de los miembros cada vez más inertes.
Qué absurdo, pensaba el soldado Jhon García, qué absurdo que hayamos nacido para esto, para terminar desangrándonos de cualquier manera en el suelo frío sin saber exactamente por qué. Pero Jhon García no era filósofo, era soldado, y sigiuó haciendo lo que mejor sabía hacer, hasta que vio los ojos negros.
Estaban tras un velo de gasa, pero no como en las péliculas exóticas en las que una belleza de curvas cadenciosas se mueve frenéticamente al ritmo sensual de los tambores.
Eran unos ojos de mirada triste, opaca, dolorosamente oscuros y duros. Y estaban escondidos tras un velo roído que le cubría el rostro y parte del pequeño cuerpo desnudo.
No pudo apartar su mirada de esa mirada oscura ni cuando una de las balas le rozó el brazo derecho, desgarrándole la ropa de duro esparto y desgarrándole también la piel y los tendones. Se tapó la herida con una mano y avanzó inexorablemente hacia aquellos ojos felinos en los cuales había reflejos de irrealidad, hacia aquella oscuridad profunda de pestañas insolentemente largas.
La niña de unos seis años a la cual pertenecían los ojos de princesa encarcelada le miró, y é la miró a ella, y entonces vio la sangre y las heridas y la suciedad que cubrían su piel etérea, y percibió el terror que desprendía cada centímetro de su cuerpo.
Temlando de dolor, de sorpresa, el soldado Jhon García cayó de rodillas frente a la aparición onírica, y no pudo evitar estrechar contra su pecho el cuerpecito aterido de miedo y frío.
Siempre había creído en el destino; que cada cual en el mundo hacía lo que estaba llamado a hacer. Y en ese momento, con la niña iraquí entre sus brazos, con su pelo infantil enredado en sus rudas manos de guerrero bravo, sintió en cada rincón de su ser que ya había encontrado el tortuoso sendero de su propio camino: tenía que salvar a aquella niña, testigo prematuro de la muerte y la destrucción más demencial, testigo de los más bajos instintos que inspiran a un hombre a dejar de comportarse como tal, y a matar a otras personas en nombre de una bandera o una religión.
Como si bandera o religión significaran algo importante, más importante que los ojos asustados de una niña de seis años que empezaba a descubrir el mundo.
La sangre corría caliente y viva por el brazo torneado de Jhon García, y manchaba el velo de tul de la mariposilla que sostenía fuertemente entre sus brazos. No sabía qué le había pasado, a su espalda oía los gritos atónitos de sus compañeros, las órdenes enloquecidas del capitán de la brigada. Se podían ir al infierno todos, del primero al último, pero él iba a sacar de aquella locura de sangre y muerte a la niña que lloraba copiosamente en su hombro.
La levantó con el brazo que tenía sano, refugiándola en la caverna de su pecho y protegiéndola con su hombro. Se la llevó de alli, y anduvo perdido entre balas, gritos y ruidos de explosiones, nunca supo cuánto tiempo. El sol salió tras el horizonte pedregoso y él seguía andando con la princesita en brazos, sin prestar atención al dolor del brazo, de la cabeza, y al hecho de que si seguía andando, probablemente nunca encontraría el camino de regreso al campamento base.
Las horas se sucedían, lentas, pesadas, y cada vez le costaba un poco más dar el siguiente paso, un poco más la siguiente toma de aliento, un poco más mantener la cordura en medio de aquel desierto de roca y arena candente.
La niña de rizos negros se había dormido en su pecho, y él aspiró profundamente el aroma de su piel infantil. Ya no creía que pudiera volver a casa, pues la herida no dejaba de sangrar y él sabía perfectamente lo que le ocurriría si dejaba seguir la sangre manando sin hacerse un torniquete. Pero no tenía tiempo de preocuparse de eso, debía llevar a la niña a un stitio seguro y entonces ya se encargaría de buscar un hospital y un buen médico que le cosiera la herida y le diera algo para el dolor de cabeza.
Mientras la consciencia se le escapaba poco a poco de entre los dedos, y una neblia de agradable somnolencia comenzaba a nublarle la vista, el ruido atronador de un cláxon y el motor de un jeep despertaron a la niña que dormía desde hacía horas en sus brazos. Un todo terreno color crema avanzaba hacia ellos levantando nubes de polvo, y las voces sorprendidas de un idioma conocido le despertaron de su letargo duranto unos minutos.
Cuando el coche paró a su lado, en alguna parte de su adormecido cerebro surgió la coherente idea de que eran periodistas. Les habló en su mal castellano, el que había aprendido de sus padres cuando les hablaban a él y a sus hermanas en la intimidad del hogar, les dijo, ofrenciéndoles a la niña angustiada por tener que separarse de su pecho protector, que se la quedaran, que no dejaran que le pasara nada.
Los periodistas, con la niña adormilada en los brazos, se miraron entre sí como si todo fuera fruto de alguna extraña alucinación de desierto y falta de agua, pero cuando le quisieron pedir explicaciones, él ya estaba lejos, tambaleándose a penas en medio de las dunas de fuego.
El soldado Jhon García no pudo llegar mucho más lejos; el torrente de sangre que antes había corrido a borbotones no era ya más que un hilillo irregular que salpicaba de rojo bermellón la arena pálida. Sonrió a penas, acordándose de uno de sus cuentos preferidos, y pensó: un rastro de sangre en la arena.
La muerte por desangramiento es como un veneno suave que comienza velando cada uno de tus sentidos hasta que al final ya no sientes nada: en medio de los vapores de la inconsciencia, mientras su cuerpo de héroe marchito se rendía a la evidencia del cansancio insoportable, el soldado Jhon García agradeció a Dios la oportunidad de haber visto los ojos negros de un ángel en medio de aquel infierno de sangre y arena.

jueves, 19 de abril de 2007

¿Por que ese tio tenia dos pistolas?

Desde que se produjera lo que los medios ya denominan familiarmente "the Virginia Tech shooting" , una pregunta ha rondado incesantemente las páginas de los periódicos, las bocas de los presentadores de telediario. La policía investiga afanosamente, en colaboración con criminólogos, psiquiatras y allegados al asesino, para responder a esta pregunta: ¿Por qué Cho Seng Hui mató a esas 32 personas? Cuando en realidad la pregunta debería ser:
¿¿¿¿¿POR QUÉ COÑO ESE TÍO TENÍA DOS PISTOLAS????

Yo no tengo miedo a un maníaco-depresivo. Yo le tengo miedo a una legislación que le permite a un maníaco depresivo tener armas de fuego.

Y es que Estados Unidos es un país lleno de contradicciones: por un lado, ay, como te cojan con un poco de marihuana para consumo personal. Lo más probable es que esa noche duermas en el calabozo. Sin embargo, ir a la tienda de la esquina a comprarse un arma corta de 9mm es algo de lo más natural. El depediente sólo te pedirá algún tipo de identificación, y no se preocupará de si tienes antecedentes, si, como en el caso de Cho Seng Hui, estuviste ingresado en un hospital psiquiátrico, o si uno de tus hobbies preferidos es asaltar ancianitas en el parque por la noche.
Demencial.
Lo peor de todo, es, como dice la resabida frase "la violencia engendra violencia", el círculo vicioso que se crea en torno al tráfico legalizado de las armas: cuantas más armas tiene un país, más probable es que en ese país haya un alto índice de delincuencia, y cuanta mayor sea la delicuencia en ese país, más insegura se sentirá la gente y por lo tanto mayor cantidad de armas demandará. En realidad, es un círculo muy difícil de romper porque la tenencia de armas es una tradición muy arraigada en la cultura americana, y se amapara en una enmienda constitucional de hace nada menos que 217 años.

Estados Unidos es una de las democracias liberales más antiguas del mundo, y su Carta Magna es, de hecho, la más antigua de todas. No deja de ser admirable, que, mientras aquí todavía estábamos quemando herejes en la hoguera, en Estados Unidos contaran ya con una declaración amplia de derechos humanos, que srivió de referencia para la construcción de todas las demás cartas de derechos de las democracias que nacieron años, incluso siglos más tarde.
Pero alguna de sus leyes fundamentales, como esta famosa segunda enmienda del 1790, redactadas en un cotexto histórico muy distinto de la realidad americana actual, se han quedado obsoletas y son anacrónicas en una época en la que las sociedades actuales han alcanzado cutoas más o menos aceptables de civilización.
Los actuales partidos de izquierda (si es que en Estados Unidos exsite la izquierda), ni siquiera incluyen la ilegalización del mercado de las armas dentro de sus programas electorales, pues saben que perderían millones de votos, casi todos del medio oeste y del centro americano. Ningún político se va a atrever jamás a quitarles a los americanos sus pistolitas de vaquero, (¿como nos vais a privar de ese derecho constitucional?) y por lo tanto, ese círculo de violencia se seguirá prolongando hasta quién sabe cuándo. Eso, por no hablar de las muertes por accidentes en los hogares americanos: cada año mueren una media de 500 niños por estar jugando con la pistola de papá, que en un descuido, no puso el seguro, la dejó cargada encima de la mesita de noche.

No voy a tratar de analizar las causas de esta incomprensible afición de los americanos a las armas de fuego, ya lo hizo Michael Moore en su genial Bowling for Columbine, pero sea cual sea el origen de ese miedo visceral, de ese estado de alerta y desconfianza permanente en que viven los americanos, alguien debería poner de una vez el asunto sobre la mesa: tenemos un problema. Que un chaval de 23 años, depresivo, medio psicópata, haya comprado una pistola en la tiendecita de al lado de la universidad y se haya cargado a 32 estudiantes, algunos de ellos compañeros suyos de toda la vida, me hace pensar que este país realmente tiene un problema muy grave, y alguien debería hacer algo para solucionarlo.

Y, por otra parte, no deja de resultar cómico que las declaraciones del bueno de Bush hayan sido " esta violencia es incomprensible, no se puede entender esta violencia", horas después de que en Irak, al día siguiente, murieran 173 personas, 6 veces más que en la universidad de Virginia. En fin

¿Tal vez la solución sería destuir todas las fábricas de armas del mundo y encarcelar a todos los que, legal o ilegalmente, comercian con la muerte? Entonces la gente no las echaría de menos porque no habría nada de lo que tener miedo.

viernes, 13 de abril de 2007

El pañuelo

¡El 7!
El familiar grito de una voz femenina desconocida para mis pies en seco en medio de la calle. Doy media vuelta, y la escena con la que m encuentro me fascina, me deja paralizada.
Un grupo de niños jugando al pañuelo. No sé si os acordaréis de aquel juego infantil, yo tuve que esforzarme por recordar las reglas. Cómo pasa el tiempo, he pensado, consternada, haciendo cálculos mentales de los veranos que hacía de aquellas tardes de calor y zapatillas de deporte.
Me encantaba ese juego, genial de puro simple. Dos equipos frente a frente se disputan un pañuelo que alguien sostiene justo en el medio.
Las risas de los niños me hace sonreír. No puedo evitar quedarme unos minutos obervando a los niños jugar, olvidando momentáneamente mis importantísimas obligaciones. La portadora del pañuelo, la que da las órdenes, me mira, me sonríe cómplice.
Es divertido mirar, pero es más divertido jugar, pienso, y por primera en mi vida he sentido un dolor agudo y extraño, agridulce: la consciencia de lo irrecuperable.
Las voces de los niños llenan de cálidos ecos la calle mientras pienso que ya no volverá a haber tardes de calor y juegos en el parque, de campamentos de verano, risas en lagos helados y confesiones bajo los sacos de dormir. Y he sentido, pese a que prácticamente aún estoy empezando a ser joven, el peso de los años que tengo y los que me quedan por tener, la insportable nostalgia de aquéllo que se ha perdido para siempre.
Caminando cabizbaja bajo la tarde luminosa, dejando atrás el griterío infantil, pienso que es una etapa especial, la infancia: se depende para casi todo de los padres, para ir, para venir, para vestir, para comer. Sin embargo, nunca se es más libre, porque no se necesita nada más que aquéllo que se tiene inmediatamente al alcance de la mano.
-¿A qué hora te vas?
Casi no acabo de sentarme en la silla y ya esta deseando que m vaya…
-No te preocupes Sergio, que hoy vamos a dar mate- le dijo sonriendo, pellizcándole una mejilla.
Me mira como si le estuvieran torturando con hierros candentes, y, con voz desgarrada y gestos melodramáticos me dice:
-No porfavor, que hoy es viernes.
-Bueno, ¿y qué vas a hacer este fin de semana?-le pregunto, pues, al fin y al cabo, yo tengo tantas ganas de enseñarle las ecuaciones de primer grado como él de que se las enseñe.
Su carita llena de pecas se ilumina y empieza a contar con los dedos:
-Por la mañana jugar al tenis con mi padre, luego he quedado cn mis amigos, tengo un juego nuevo de la play, mi madre ha hecho tarta de chocolate…un fin de semana perfecto, vamos.
Y yo me asombro, y siento envidia, de lo poco que necesita él para ser feliz, y de lo mucho que necesito yo, siempre vagando a la deriva en un mar de inseguridades, relaciones tortuosas, preocupaciones más o menos banales e incipientes jaquecas de responsabilidad.
Un balón, un amigo, y una tarta de chocolate. La verdad, qué mas se puede pedir.
-Sergio, disfruta mucho de tu edad-le digo, entre racíes cuadradas y equis e ies.- Es la más bonita.
Él me mira con sus grandes ojos azules llenos de interrogantes, y me pregunta sin asomo de ironía (probablemnte no sabe lo que es la ironia):
-¿No te gusta tener 21?
Yo le digo, mirando por la ventana, suspirando, que bueno, que no esta mal, tiene su aquel. Pero ni punto de comparación.
Y él se encoge de hombros y sigue en su mundo de pilla pillas y oliver y benjis, y yo pienso, lo malo de la infancia es que no se tiene la conciencia de lo bonita que es hasta que ya no se es niño. Aunque supongo que en este desconociemiento está, precisamente, su encanto.
Y vuelvo a sentir envidia, pero ahora es envidia sana.

miércoles, 11 de abril de 2007

Internet o la historia de una revolucion peculiar


Hace 50 años, la gente casi no sabía lo que era un ordenador.
Hoy día, nos preguntamos cómo sería el mundo antes de existir Goolge (al menos yo lo hago).
El mundo ha cambiado sólo en el último siglo más de lo que cambió con la Revolución agrícola o la Revolución Industrial, y sobre todo, en mucho menos tiempo.
De todos los ingenios de la Era Tecnológica, Internet quizá haya sido el más espectacular, el más útil, el más expandido, el más aplaudido.
La red de redes nació en 1969, cuando APRAnet estableció su primera conexión entre tres universidades de California y una de Utah, y (¡30 años más tarde!), en 2006, alcanzó los 1100 millones de usuarios. Más aún, se prevé que en sólo diez años, la cifra siga subiendo hasta llegar hasta 2000 millones. Ésta es una cifra muy grande: estamos hablando de la tercera parte del mundo.
En lo que se refiere a España, el número de hogares que poseen acceso a internet es de 6 millones, según un reciente estudio de sobre la sociedad de la información de la fundación telefónica. Y esta cifra aumenta a un ritmo verteginoso.
De hecho, ya más de la mitad de los hogares españoles (58.4%), tienen un ordenador personal en casa, con o sin acceso a internet.
Esta carrera de la intercomunicación continúa inexorablemente, sin descanso. La gente cada vez está más necesitada de infromación, cada vez reclaman más medios para acceder a ella, cada vez más necesitan estar comunicados.
Sin embargo, sería interesante averiguar si estos nuevos usos tecnológicos están equitativamente distribuidos, si en cada región del mundo se usa internet en la misma proporción:
según fuentes del world gazatter, el porcentaje de la población relativa a la población mundial que habitualmente utiliza internet en África es del 3%, frente al 21.2% de Estados Unidos, pese a que el primero tiene una población tres veces superior.
Europa, con una población que representa un 12.3% de la población mundial, tiene el 28% de uso mundial de internet, mientras que Oriente Medio, Latinoamérica y Oceanía ostentan el 1.8, 8.1, y 1.7 por ciento, respectivamente.
Asia es un caso aparte, pues con su población de más de la mitad de la población mundial, tiene un porcentaje de usuarios de internet del 35%.
De los diez países con mayor número de usuarios de internet, (Nueva Zelanda, Islandia, Suecia, Islas Malvinas, Dinamarca, Holanda, Estados Unidos, Australia, Canada y Noruega) 9 están en el hemisferio norte.
No deja de resultar cómico advertir que, mientras en Senegal se preocuapan por la falta de agua potable, aquí montamos un numerito si un día se nos cuelga la ADSL.
Esta brecha tecnológica (¿algún día dejará de ser tal?) no hace sino aumentar las desigualdades entre los dos mundos, pero tal vez algún día el absimo se cierre, y cada uno de nosotros, desde nuestro escritorio, conectados a la World Wide Web podamos verlo.

martes, 10 de abril de 2007

una verdad muy muy incomoda

Ya es oficial:
Nos hemos cargado el planeta.
En menos de 50 años.
Qué guay.

martes, 3 de abril de 2007

el amor y una guerra (I)

miró su reloj.
las 23 04, su reloj digital le mostraba la hora con reflejos fluorescentes. Qué despacio pasaba el tiempo desde que estaba ahí, ahogado en ese agujero de polvo y suciedad.
Pensó en su casa. A esa hora tenían que estar todos, sus dos hermanas y sus padres, viendo la tele, o preparándose para ir a dormir. Bueno, todos menos su madre.
Se la imaginaba a ella, llorando delante del pequeño altar improvisado de fotos de santos de nombres imposibles, llorando e implorándole a una de sus miles de vírgenes, que no le pase nada a mi niñito, cuidamelo a mi niñito, por favor virgencita, tráigamelo a casa pronto y sano.
El nudo de la nostalgia volvió a atenazarle la garganta, como tantas otras veces (demasiadas), en las noches frías e inhóspitas del desierto oriental.
Se había acostumbrado (tenía brazos y voluntad de hierro), aunque no sin mucho esfuerzo, a pasar frío en los campamentos improvisados en medio de la nada, al cielo incadescente del medio día, a la brisa que quemaba, a la falta de agua, a la comida en lata, racionalizada y que sabía a mierda, a la falta de calor humano en las tardes de incomprensiones y nostalgias repentinas, se había acostumbrado incluso a la muerte. Se había acostumbrado a todo, menos a esa incómoda sensación de tener las lágrimas en los ojos, bregando por salir. No se podía permitir que le vieran llorando. A él, todo un hombre. Todo un soldado.
La marcha en la camioneta blindado ya duraba más de lo previsto. No es que le importara demasiado tardar o no tardar. En realidad, no es que le importara ya demasiado nada. Pero se preparaban para otra insurreción de la guerrilla, y no sabía si le quedaba mucho tiempo para preparar el rifle, para ajustarse el chaleco antibalas, para calarse bien el casco de acero y besar la medalla por última vez antes de volver a enfrentarse a la muerte cara a cara.
Le preguntó a un compañero. Estamos ya cerca de Kirkuk, le dijo, entre susurros.
La voz sibilina del teniente ordenó apearse del coche y, los 10 hombres armados y temblorosos se arrastraron sigilosamente por el suelo embarrado. La brisa nocturna les trajo sonidos de voces desgarradas, disparos de pistola, rumor de explosiones amortiguadas por la lejanía, el grito de un niño.
El sonido de la guerra.
La batalla había vuelto a comenzar, y, mientras las balas de ametralladoras automáticas silbaban en sus oídos, el soldado raso Jhon García cerró los ojos y se preguntó, una vez más, como cada segundo de cada minuto que llevaba en aquel infierno demencial, qué cojones hacía él ahí, cómo es que estoy aquí en vez de estar en la cama con mi novia, haciéndole el amor, bebiendo cerveza, viendo a los nicks con una bolsa de palomitas en la mano.
Nunca había sentido una vocación especial por ser militar, pero en fin, tampoco es que le hubieran dado demasiadas opciones. No quiso ir a la universidad porque sus padres se hubieran tenido que endeudar de por vida para pagarlo. No quiso trabajar en el taller de su tío Alberto porque no le pareció un trabajo de nivel.Y un día llamaron a su puerta, y el abrió a dos militares atildados que olían a colonia cara, y le dijeron: tenemos lo que necesitas. El futuro que esperabas.
Y el accedió, porque, pobre chiquillo latino en un barrio de blanquitos, todavía no se había terminado de creer que en América todos son iguales y tienen las mismas oportunidades. Y creyó en el futuro que le bridaba el ejército más poderoso del mundo, creyó que sosteniendo un rifle y vistiéndose de camuflaje podría llegar a ser alguien, y tal vez comprar una bonita casa de madera con un precioso jardín a las afueras de cualquier barrio residencial. Y lo creyó tanto, que ahí estaba él ahora, empapado, tiritando de frío, arrastrándose en el suelo cruel de un país que nunca le hizo nada, que nunca significó nada para él, que casi ni sabía situar en el mapa antes de que le dieran la palmadita en el hombro y le despidieran en el aeropuerto militar.
Y bueno, así estaban las cosas.
El walkie talkie crepitó con sonidos incoherentes dentro de su cinturón. Están cerca, uno de sus compañeros hablaba en clave, atropelladamente, con la voz quebrada por el miedo.
Ajustándose una vez más el casco hasta que le hizo daño, se sumergió en la oscura noche, con el rifle amenazante en sus brazos tensos, con el corazón apunto de reventarle las sienes, y respiró profundo, acórdandose del guiso de ternera con guisantes que su madre preparaba en las noches frías de octubre.

domingo, 25 de marzo de 2007

no vas a tener casa en la puta vida


Plaza del Sol, 5 de la tarde de un caluroso sábado de Marzo.
El corazón de Madrid palpita lleno de vida, y de voces que resuenan entre las calles atestadas y en cada esquina: otra manifestación por la vivienda digna.
Miles de personas, en su mayoría gente joven, corean pegadizos eslóganes, se dejan arrastrar por la emoción de reivindicar lo que es justo. Carteles hechos con esmero, pegatinas con ingeniosas puyas, hasta una puesta en escena divertida y original de unos presos encadenados a un ladrillo gigante.
Todo es poco para denunciar la insoportable situación de la vivienda en este país, que camina inexorablemente por la senda del desastre económico, por lo menos en el sector inmobiliario.
Hemos tardado tiempo en reaccionar, pero por fin lo hemos hecho, y lo que nació como una protesta espontánea y algo tímida de de cuatro amigos inquietos, se ha transformado hoy en un importante fenómeno social que abarca a un cada vez más amplio espectro de gente. Estudiantes, padres de familia, jubilados, todos unidos gritando a pleno pulmón, porque esto que está pasando con la vivienda es ciertamente un problema de todos.
Hipotecas a 50 años, el euríbor que no para de subir, inflación exagerada en el sector de la vivienda que no se corresponde con un aumento real, ni del coste de la vida, ni de por supuesto los salarios de los trabajadores.
Algo está pasando.
Es una enfermedad, y tiene un nombre ya habitual en nuestro vocabulario: especulación. Y es una enfermedad muy peligrosa.
Los españoles se han dado cuenta (siguiendo el ejemplo de Estados Unidos), que la vivienda en este país es la gallina de los huevos de oro. Como dice Pablo García, director general de una red de agencias inmobiliarias, "Éste es un país en el que a la gente no le gusta invertir en cosas productivas. Hoy la gente se dedica a comprar pisos, a veces sin entrada, para revenderlos, alquiarlos, rehipotecarlos o pedir crédito sobre ellos".
Esta enfermedad infecciosa y malsana ha llevado a los oligopolistas del sector inmobilario a construir viviendas a un ritmo demencial, absurdo: para el año 2007 se prevé la construcción de 800 000 viviendas (la tercera parte de las cuales se venderá como inversión), más que en Estados Unidos, un país con una población 7 veces superior. Dato curioso: actualemente España cuenta con unos dos millones de viviendas vacías. (casas sin gente, gente sin casa, ¿qué coño pasa?)
Este exceso de oferta, según las leyes de la oferta y la demanda, debería empujar hacia abajo el coste de la vivienda.
Y sin embargo, ocurre exactamente al contrario. Pese a que la demanda se mantiene estable en términos medios, cuanto más se amplia el parque de las viviendas sin habitar, cuantas más viviendas se construyen, más aumenta su precio.
Inflación irreal, artificial.
En realidad, la esencia del problema obedece a una lógica aplastante y demoledora.
-Me voy a comprar un piso en León-me dice un amigo de Barcelona.
-¿te vas a ir a vivir a León?
-No, sólo lo voy a comprar como inversión. En 5 años lo vendo y me saco unos cuantos millones.
Ay, el problema va a llegar cuando la gente se dé cuenta de que esa cadena de compra-venta no se puede prolongar hasta el infinito. Y cuando ese día llegue, ya veremos lo que pasa.
Uno de los principales problemas de esta sobrealoración en el sector inmobiliario, es que, al igual que pasó en Estados Unidos en el año 1929, la Banca esta demasiado implicada y se podría ver arrastrada por la corriente de un crack en este sector.
Cerca del 33% de su cartera está aplicada en crédtos hipotecarios individuales. Si a ello le sumamos el crédito a las constructoras y a las promotras, la tasa de concentración del sector supera el 60%. Y esto no es sano.
El ladrillo es tan rentable en este país, que los promotores inmobiliarios no tienen ningún problema a la hora de conseguir crédito para construir, mientras empresarios de sectores industriales o de servicios se vuelven locos para lograr financiación para sus proyectos.
Una situación desmadrada que comenzó cuando algún listillo con olfato para los negocios fue a la costa y adivió dinero en el aire. El boom inmobiliario comenzó en los 80, y hoy en día, a penas 20 años despues, casi nos queda ni un trozo de playa sin edificar. Se descubrió que construir es, sencillamente, una mina de oro (una mina de oro tan ficticia como improductiva).
Y bueno, la historia de siempre: 4 mafiosos que cada vez se hacen más ricos, que problablemente ya no saben qué hacer con tanto dinero y tantas casas en la playa, mientras la gente normal languidece bajo el yugo de hipotecas axfisiantes y sueldos miserables, sin poder, ni por asomo, soñar con irse de casa antes de los 30.

Pero bueno, no todo son malas noticias. Esta fantástica gente de la Plataforma por la Vivienda Digna ha comenzado a engendrar una semilla de conciencia en el corazón de todos los que algún día aspiramos a tener nuestro propio hogar, para intentar luchar, presionar, o por lo menos hacernos oír y molestar a esos cuatro ricachones en sus sofás de cuero.
Porque, la vivienda es un derecho, no un negocio.
Todas las reivindicaciones y propuestas de la plataforma en http://vdevivienda.net

viernes, 23 de marzo de 2007

Madonna - Justify My Love

Increíble está en este vídeo, sencillamente, Madonna.
Tal vez no tenga la mejor voz de la Historia, pero si es la cantante femenina que más discos ha vendido en todo el mundo, por algo será.
Icono cultural de los 80 y 90, excéntrica y controvertida, se rio en la cara del puritanismo americano y le sacó los colores a medio mundo con sus provocativas (¿pornográficas?) puestas en escena.
Este vídeo, uno de los más sensuales. La letra es de Lenny Kravitz. Casi nada.

viernes, 16 de marzo de 2007

atardeceres en Time Square


No le hizo falta más que cerrar los ojos y respirar profundo para sentirse libre otra vez.
Estaba otra vez allí, y por tanto, nada más importaba en el mundo.
Caminaba distraída, mirando a todas partes, dejándose guiar por algún impuslo interior que la llevaba sólo a donde ella realmente quería ir.
Otra vez Time Square.
Estaba anocheciendo, y las luces de neón, y las voces de la gente, y los sonidos de la vida en la ciudad parecieron intensificarse a medidad que oscuerecía. Las venas de la ciudad laten con más fuerza por la noche, murmuró, reflexiva.
Pero...still I can't scape the ghost of you...
Duran Duran sonaba en alguna tienda, desgarraba la tarde, envolvía sus pasos.
No podía escapar de sus fantasmas, no, ella tampoco. La habían perseguido por medio mundo, no le daban tregua. A veces todo parecía tan lejano estando cerca, y a veces, estando lejos, todo tan cercano...
Nunca supo bien qué había sido de él, tal vez no le importaba demasiado, pero en ese momento, rodeada de gente y de vida, sentía su presencia vivísima a su lado, como si estuviera respirando en su oido y acariciando su nuca, como si hubiera sorteado los obstáculos burlándose del tiempo y el espacio. Siempre hacía lo mismo en las tardes en las que ella se sentía nostálgica, el bandido.
Aunque había intentado olvidarlo, todavía recordaba esos atardeceres de luz filtrada a través de persianas, de sábanas revueltas, de confesiones a media voz, de miradas veladas y besos desmayados.
Aquellas noches de sentimientos tempestuosos, a flor de piel y que quemaban el alma.
Y de repente añoró poder susurrarle al oído todo lo que le quiso decir y nunca le dijo. Y añoró todo lo que quiso oír y nunca le dijeron.
Aspiró nuevamente la brisa noctura. Pesada, eléctrica, cargada de presagios, anunciaba lluvia.
Caminaba resuelta, pisando fuerte por Nueva York, aunque ella no estaba ahí realmente, estaba a miles de quilómetros de allá, en medio probablemente de ninguna parte, tratando de ahuyentar los fantasmas, intentando poner orden a su mente revuelta.
Miró al suelo.
La gente, los coches, el ruido, la vida, se pararon en ese mismo momento a su alrededor. Se agachó y cogió del suelo una fotografía sucia, pisoteada y arrugada, pero que le arrancó de las entrañas un grito ahogado.
La silueta de dos amantes de verano se recortaba contra el azul verdoso del mar, contra el cielo luminoso y límpido. Era una foto de ellos dos, de hacía algunos años, en alguna cala abandonada de la Costa Brava.
Seguramente se le habría caído a ella misma, días atrás, andando tan distraída como ese día por las calles tumultuosas.
Una vaharada de un olor familiar la envolvió; el olor de su piel, que nunca había conseguido borrar de su mente, y tantos recuerdos y tantos sentimientos se agaloparon en torno a ella, sacudiéndola de arriba a abajo. Maquiavélica coincidencia, en aqulla tarde de sensaciones inquietantes, en aquella ciudad trepidante que casi había hecho que se olvidara hasta de su nombre.
El aguacero cayó, de pronto, con toda su furia, empapándola, mientras ella aún sostenía el retrato envejecido de tiempo y olvido.

jueves, 15 de marzo de 2007

what it feels like for a girl...

Girls can wear jeans
And cut their hair short
Wear shirts and boots
cause it's ok to be a boy
But for a boy to look like a girl is degrading
cause you think that being a girl is degrading
But secretly you'd love to know what it's like
Wouldn't you?
What it feels like for a girl...

dia de la mujer

soy sabia, soy invencible, soy una mujer


Hoy es día 8 de marzo: día internacional de los derechos de la mujer.
No es sólo una fecha destacada en el calendario de la cocina con negrita o rojo; no es sólo un día para dedicárselo a esas madres, amigas, tías, hermanas, que hacen mucho más de lo que ellas se hubieran creído capaces de hacer, no es sólo un tributo a esas mujeres trabajadoras, hoy en día por partida doble, que se sienten culpables si no manejan con la misma facilidad el ordenador de la oficina como el carrito de la compra. Es, por encima de todo, un recordaotorio de una fecha triste y lamentable de la historia reciente; un 8 de marzo de 1908, 129 mujeres murieron asesinadas en una fábrica textil en Nueva York, a manos de un empresario loco con poco cerebro y mucha testosterona, simplemente porque se pusieron en huelga. Y es también un homenaje a aquellas mujeres, y a muchas más a lo largo de la Historia, que se armaron de valor para luchar contra el sistema, y sin las cuales probablemente yo no estaría aquí escribiendo lo que escribo.
Hoy en día, casi 100 años después, afortunadamente se han perdido esos usos poco ortodoxos de quemar mujeres vivas cual si de mercancía inersvible se tratase. Sin embargo, todavía nos quedan muchas batallas por librar antes de ganar la guerra.
Brechas salariales, violencia de género (yo no utilizaría eufemismos y la llamaría violencia de animales descerebrados), difícil acceso a cargos importantes...en fin.
De hecho, la tasa de paro entre las mujeres es 5 puntos porcentuales más alta que la de los hombres. No creo que esto sea debido a ningún tipo de misoginia, sino más bien a simple pragmatismo empresarial: contratar a una mujer es más caro que contratar a un hombre, ya que son suceptibles de tener que recibir bajas por maternidad, y tienen más tendencia a faltar al trabajo que los hombres por compromisos familiares (luego se quejarán de que la natalidad es baja, pero en fin)
De todas maneras, todos esos angostos problemas se reducen a minucias insignificantes si las comparamos con las mujeres que tienen problemas de verdad en el mundo: las mujeres que viven en continentes azotados por el hambre y la misera, en los que, por religión, por tradiciones tan milenarias como abominables, y por falta de protección, están más a merced de la crueldad de los hombres que en cualquiera de los países desarrollados. Al final y al cabo, cuando miro a mi alrededor, me doy cuenta de la suerte que tengo de haber nacido en un país que me permite alcanzar mis objetivos y hacer y decir lo que quiero en cada momento. Unos derechos básicos de los que carecen miles de millones de mujeres en el mundo.Porque, como es bien sabido, sólo hay una cosa peor en este mundo que ser pobre: ser pobre y ser una mujer.
Hace algún tiempo leí un reportaje con un título revelador: África es un nombre de mujer. Era un magistral sondeo de la naturaleza humana, en el que se presentaba el hecho de que África, pese a ser el continente donde la suerte de la mujer es más aciaga, con las tasas más altas de violaciones y mortalidad femenina del mundo, también es el que, paradójicamente, tiene más mujeres en los altos cargos políticos, incluyendo cuatro primeras ministras. La moraleja de la historia es que los países que han salido de procesos tan traumáticos como guerras civiles o genocidios, como Liberia o Ruanda, se han dado cuenta de que manteniendo a hombres en el poder no van a salir nunca del círculo vicioso de guerras civiles y étnicas, sangrientas y estúpidas a partes iguales, y han decidido al final encomendar sus destinos a las manos prácticas y sabias de las mujeres ; siglos y siglos de ocuparse de la casa y los hijos han forjado en el carácter de la mujer una sensibilidad especial de la que definitivamente carecen los hombres.
Por eso, a veces sueño con lo bonito que sería un mundo dirigido por voces, manos, y cerebros femeninos

días de viento

No le gustaban los días como aquéllos.
A veces tenía la sensación de que su ánimo dependía tanto del tiempo, como el tiempo dependía irremediablemente de su ánimo. Esa mañana se había levantado sin prisa, sin sonrisa, sin ganas de nada, y cuando abrió la ventana, las brumas de las primeras luces del día le mostraron un cielo lechoso, oscuro, anodino.
No le gustabn los cielos como aquél.
El viento aullaba inclemente entre los resquicios de las esquinas angostas, azotaba postigos y levantaba en remolinos toda la basura del suelo, agitando con furia la melena oscura y las ropas de Sara.
Esperando en la estación, pensó distraídamente que el rugido del viento se confundía a veces con los sonidos mecánidos de motores de coches amortiguados por la lejanía, con la inminencia del tren que la llevaba y la traía cada día, con el murmullo alborotado de la gente que esperaba en el andén.
Miró, impaciente, a su alrededor, y se encontró con una hoja vacilante que pendía de un árbol; marchita de frío y soledad se había resignado al cruel destino de todo lo que es bello pero efímero.
El viento implacable de otoño acabó con el último aliento del verano, arrancando la hoja de su rama delgada y quebradiza, haciéndola danzar, sumiéndola en un movimiento frenético y demencial. La hoja pasó rozando la mejilla de Sara, y ésta alargó el brazo para cogerla entre sus manos.
El viento ya no se reirá más de ti hoy, le dijo, guardándola con primoroso cuidado dentro de su abrigo.
Seguiría azotando su ventana y taladrando sus los oídos, pero ella le había arrebatado algo que por derecho le pertenecía al verano, y a los días de sol y calor que ella echaba desesperadamente de menos en las tardes frías, tristes y oscuras de noviembre.

encuentros en la octava dimensión

La noche era cálida, húmeda, impenetrable.
El silencio de tercipelo abrazaba los cuerpos de los amantes, que, estremecidos en medio de la nada, articulaban frases que no pretendían ser oídas, prestando atención únicamente al ritmo acompasado de sus corazones. Pum, pum, latía un tambor debajo de la tierra.
Minutos que se deslizan como la seda, gotas de sudor, de vapor, que recorren como caricias la piel desnuda, que resbalan, caen al suelo y se fragmentan en millones de pedacitos de cristal; la luna que susurra estremeciendo y arrullando las copas de los árboles, testigos furtivos y silenciosos de la danza demencial de los amantes.
De repente, una palabra dicha en voz alta; cual sonido que se pronuncia al azar, incoherente, carente de sentido, perturbador.
No es que las palabras importen esa noche de verano en medio de alguna parte, o de ninguna parte. No es que él pretenda ser racional, o que ella piense que lo es.
La lógica, la racionalidad, no existen en ese pequeño mundo creado por y para los amantes, bajo esa bóveda cuajada de luces vacilantes, en medio de ese calor tropical que los hace sudar, que los hace jadear, que los hace temblar.
Ella, de repente, alarga el brazo, y atravisiesa su pecho sin ningún pudor. Él observa, incrédulo, cómo introduce la mano entre sus costillas, para volver a sacarla segundos mas tarde con algo entre los dedos.
-Ahora tu corazón me pertenece para siempre-sentencia ella, impasible.

periodismo en crisis?


Globalización.
Una de las palabras más escuchadas en los últimos años, una de las más temidas, y una de las más idealizadas.
El desvanecimiento de las fronteras económicas entre países, pues esta es su definición formal, la universalización de ítems culturales, y la proliferación de la red de telecomunicaciones, que ya no entiende de fronteras políticas, físicas o lingüísticas, ha afectado también al sector que, como estudiantes y aspirantes a periodistas, nos preocupa por encima de todos: la información.
Hoy en día asistimos a la revolución (si por revolución se entiende cambio drástico) más importante desde que en 1450 Gutemberg inventara su ingenioso sistema de difusión de los textos escritos: la imprenta. Mucho ha llovido desde entonces, pero en quinientos años en los que la industrial del papel ha proliferado, en los que se ha perfeccionado las técnicas de impresión y maqueteción a un ritmo vertiginoso, la esencia del proceso sigue estando intacta.
Sin embargo ahora, en los albores de la era digital, los sólidos principios técnicos en los que estaba asentada la industria del papel se han venido abajo con todo el equipo.¿que vamos a poder leer libros en una pantalla pixelada? ¿que nunca más vamos a tener que volver a comprar prensa escrita, con la tinta fresca los domingos por la mañana?
Yo, a esto, sólo le encuentro ventajas.
En un mundo industrializado, en el que estamos agotando los recursos de la tierra demasiado rápido, demasiado inconscientemente, se necesitaba ya que, como en este caso, surgieran nuevos soportes físicos, que, amén de abaratar costes y ahorrar al empresario millones de euros en proceso de fabricación, logística y transporte, redujeran la necesidad de celulosa y por tanto la tala de árboles que está mermando la capacidad de nuestro planeta de producir oxígeno y luchar contra la contaminación.
Ésa es sólo una de las muchas ventajas que los nuevos formatos digitales nos puede traer. Es un gran cambio en el que todos los sectores han de estar involucrados, que puede que sea traumático para algunos, pero que en el largo plazo merecerá la pena.
Los periódicos americanos ya lo han entendido: de media, han reducido la tirada en los últimos años hasta el 4%, y han orientado sus inversiones hacia las nuevas tecnologías, firmando acuerdos con gigantes de internet como yahoo!, o google. Ésta es la idea, ésta es la realidad: renovarse o morir. Y los que sobrevivan al naufragio pueden estar seguros de que econtrarán recompensas.
Sólo esperemos que el cambio, que en principio se vaticina para bien, lo sea, efectivamente.