lunes, 27 de agosto de 2007

¿que es el amor...?

eso, ¿qué es?

¿una mirada cómplice en medio de cualquier sitio, que pronuncia palabras inaudibles para los demás mortales?
¿o es una mirada encendida de deseo y oscuros pensamientos, tan furtiva como breve?

¿una conversación larga y profunda en la terraza de un bar, con una cerveza en la mano, con la complicidad de dos viejos amigos?
¿o unas palabras intrascendentes, insustanciales, dichas al azar sólo para deleitar los oídos con la voz masculina enardecedora?

¿ir cogidos de la mano por el parque, decir palabras bonitas, anticiparse con el pensamiento a la palabra del compañero?
¿o un roce (intencionadamente) casual, en el resquicio de una puerta, en la estrechez de un pasillo, que enciende, que turba, que hace temblar deseando más?

¿es amor un beso experimentado y calculado en ciertos momentos de exigencias del guión, de dos amantes viejos en aquellos lances, delicioso por lo conocido?
¿o es amor un beso como una mordedura irracional, un arrebato incontrolable en el rellano de una escalera clandestina, un desatar de instintos que azota cada uno de los músculos del cuerpo?

¿compartir un helado en medio de una tormenta de verano mientras el silencio intemporal se cuela por los resquicios de las ventanas?
¿o un jadeo interminable entre las sábanas, entre la oscuridad de terciopelo, una caricia infinita y el derretir de dos cuerpos moldeados por el deseo, templados por el fuego de los instintos?

¿hacer un amor tranquilo en una cama conocida, tocar un cuerpo conocido, con palabras tan dulces como conocidas?
¿o esa hoguera cruel que te abrasa los sentidos cada vez que la ropa se desliza acariciando la piel erizada de emoción?
¿esa locura que te arrastra a los propios límites de la dimensión conocida?
¿ese cosquilleo en ciertas partes del cuerpo que se siente cuando intuyes su presencia, cuando aspiras el aroma de su piel en el ambiente?

yo, no lo sé.

domingo, 26 de agosto de 2007

esta es la historia de un sabado...

Noche de nostalgias veraniegas.
Otra noche de verano, esta vez perdida entre los bosques de algún ficticio paraíso en las inmediaciones del las junglas de asfalto y cemento de Madrid.
La brisa corría entre las copas de los árboles, jugueteando con las gotas de rocío que caían silenciosas, como una medio lluvia mortecina.
Estaba a punto de amanecer, en el cielo infinito comenzaban a despuntar los primeros claros del día.
No me gusta ver amanecer.
...un recordatorio cruel de que otro día comienza, de que el tiempo pasa inexorable, de que las noches de verano mágicas en las que todo es posible también terminan. Tal vez era porque me gustaba demasiado la noche, no lo sé, odiaba ver amanecer y moría por ver atardecer.
La brisa vespertina venía acompañada por una suave música de guitarra, por una voz desgarrada que no demasiado bien cantaba el hombre del piano.
Qué recuerdos me trae esta canción- me dije yo, pensando en aquellas noches también de verano en las que alrededor de una hoguera nos creíamos que el tiempo no pasaba por nosotros.
No sólo sentía nostalgia por aquellos años de infancia, ahora tan lejanos, sino también por esa noche de verano que acababa, por aquel verano de mis 21 años que también acababa irremediablemente.
La nostalgia puede venir en cualquier momento y tal como viene se va, pero en ese momento, vivísima y meridiana , me acompañaba, como una fiel compañera de viaje, como una vieja conocida a cuya presencia has terminado finalemente por acostumbrarte.
Otro año comenzará (para nosotros los estudiantes el nuevo año empieza en septiembre y no en enero), y otro verano más que se va.
Y mientras vuelvo a la tienda de campaña (afortunadamente todavía soy lo bastante joven como para no tener remilgos a la hora de dormir en cualquier sitio) me digo que la vida tiene sentido gracias a las noches de verano en las que, interminables e inciertas, la vida corre a borbotones por las venas de una persona con ganas de vivir.

Y como siempre, me sentaré otra vez a esperar con paciencia que el próximo verano llegue lo más pronto posible.