martes, 12 de junio de 2007

una breve reflexion

Hoy no fue uno de mis mejores días.
Pero después de hacer una de las cosas que siempre me ayudan a superar el pesimismo (ponerme el chándal, salir a correr, a cansar los músculos, a quemar adredalina pisando fuerte el asfalto de la carretera), estuve, eso sí, doblada sobre mí misma, casi sin aliento, (pero con buena música en los oídos), viendo anochecer.

Y la verdad es que el cielo estaba tan rojo, tan encendido, como en los atardeceres de mis cuentos.

lunes, 4 de junio de 2007

Sabina y la politica fiscal


La vida esta llena de deliciosas ironías que ponen una pincelada de color en el más gris de los días;
Esta mañana, las tasas de crecimiento de la renta per capita, la inversión directa en capital bruto, se entremezclaban con historias de amor en pueblos con mar, con versos cantados al oído de una dama de la noche con ojos de gata.
Así pasó la clase de esta mañana, con una mano pasando las páginas de un libro de Sabina, con la otra desglosando el laberíntico modelo de Solow.
Y los más delicados versos de este genio noctámbulo, drogata y fornicador, hicieron que todo lo demás (la voz monótona del profesor, el murmullo alborotado de los compañeros, el calor primaveral filtrándose por los resquicios de las ventanas) no fuera sino circunstancias casuales, intrasdendentes.

Su voz cascada de copla vieja y exceso de vicio ha puesto banda sonora a ciertos momentos de mi vida desde que era una niña:
desde que en el coche, con mi madre, de camino a la guardería, escuchaba su voz más dulce y adulterada cantando temas ya casi olvidados como "pacto entre caballeros" y "amores eternos", hasta que más tarde, en campamentos de verano, mi monitor el Chino se marcaba unos increíbles solos de guitarra tocando a voz partida "nos sobran los motivos", o "la del pirata cojo".
A veces se nos iba la vida cantando "pongamos que hablo de Madrid" y "calle melancolía".
Algunas de sus baladas más pasteles (aunque no por eso menos inteligentes), me acompañaron en aquellos primeros encuentros casi furtivos: "y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres..." sonaba en nuestros labios en ciertos momentos de cursilería casi estúpida.
Me divertía analizando con una amiga las apologías a la droga y el sexo en algunas de sus canciones más ácidas ("ey sabina, ten cuidado con la cocaína...", "ponle un par de cuernos tu depresión...", y más tarde, con algunos años más, y más experiencia en ciertos lances de la vida, comencé a comprender el significado de cada uno de los versos de la declaración de amor más bella de todos los tiempos: "así estoy yo sin ti".


El crápula de Sabina, el insaciable compositor y guitarrista, que vive más de noche que de día, y que no puede superar (ni esconder) su afición a todo tipo de vicio, vuelve a los escenarios, esta vez con otro genio a la altura: Serrat.
Espero no perdérmelo esta vez, porque, como una vez dije, no quiero morirme sin haber ido a un concierto suyo, e imaginarme que una de sus composiciones menos concidas, Rosa de Lima (Jimena tiene un máster en desengaños...), fue concebida sólo para mí, y que me la canta desgarrando la guitarra, mientras apura el primer vaso de whisky de una noche interminable.